Llegamos tarde a gimnasia. Valió la pena. Todavía siento su pezón en mi lengua cuando cierro los ojos. Solo estaban cambiándose. Camisas abiertas, faldas puestas. Nimo lo ve — ese sostén suave, acolchado, adorable. Y sin preguntar, lo baja. Sus dedos recorren la piel de Fuu, la respiración sube, el sostén cae. Dos dedos en cada pezón. Círculos. Presiones. Pellizcos. Fuu gime, se arquea, tiembla. Nimo los mira endurecerse, los rueda lento, precisa, hasta que Fuu pide más con el cuerpo. Entonces llega la boca. Labios envolviendo despacio. Baba bajando por los pechos. Lengua jugando. Succión honda, húmeda, tirones que hacen a Fuu estremecerse y gemir. Y apenas puede respirar otra vez— ella va por el sostén de Nimo. ¿Venís por pezones bañados en baba? ¿O por mi escritura? ¿Seguro? Porque seguís leyendo. Y esos pezones hinchados y mojados siguen ahí. ¿Qué esperás? Circe (190918_07)
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