Es tan ingenua. Cree que sabe. Hasta que empiezo a tocarla. Su respiración se corta cuando entro con el hisopo. La forma en que me mira al levantarle el antifaz— y ver cómo lo huelo. Y el shock cuando lo saboreo. Ahí entiende a qué obsesión se entregó. La cinta firme en las muñecas. Camiseta arriba, bloomers abajo. Vientre suave, expuesto. El espaciador abre su ombligo— más, más profundo. Se estremece. No paro. El hisopo gira, presiona. Su cuerpo tiembla antes de la lengua. Luego llega. Un lamido. Otro. Los muslos tensos. La saliva llenando el hueco. Se mueve como si fuera su clítoris. Los electrodos encajan. Pulsos pequeños. Luego fuertes. Su vientre salta. Los gemidos salen solos. Se arquea, se quiebra— y yo sigo sonriendo. ¿Cuántos videos de ombligos llevás ya? ¿Y todavía fingís que es “curiosidad”? Claro. Mentite tranquilo. Acá vamos a estar cuando vuelvas “por curiosidad”. Y también ese agujerito con el que no estás nada obsesionado. Circe (220118_04)
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