Acababa de llegar temprano del trabajo y oí la ducha. Abrí la puerta pensando que no había nadie... Y allí estaba mi esposa de 22 años, completamente desnuda, con el agua deslizándose por ese culito perfecto que me vuelve loca. No dijo ni una palabra. Solo me miró con esos ojos de "yo ahora" y se mordió el labio. En menos de 30 segundos tenía mis manos en sus tetas, la empujé contra la pared de azulejos y la metí hasta el fondo de una embestida. Los gemidos rebotaban por todo el baño, el vapor lo llenaba todo y ella no paraba de repetir: "Más fuerte, no pares
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