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“No sé si quería oler… o que me olieran. Pero lo que hizo Airu me calentó.” En la oficina parecen simples compañeras — formales, discretas. Pero la forma en que se miran rompe toda norma. Airu se acerca. Seira no retrocede. Y aceptan su juego sucio. Airu sopla sobre Seira con la boca abierta. Después le mete la lengua en las fosas nasales. Seira gime, cierra los ojos. Airu vuelve a lamerla, despacio, mojado. Sacan un raspador de lengua. Airu lo usa y se lo pasa. Seira lo huele, jadea, lo devuelve. Otra vez. Se huelen. Se miran. Abren la boca. Las lenguas se tocan. Se besan como si respirar fuera parte del juego. La nariz de Seira brilla, empapada. El raspador va y viene. Respiran la mugre de la otra. Yo me habría quedado ahí… oliendo el raspador cada vez. Mirando a Seira jadear, a Airu lamer. Y si me dejaran… yo también. Callate. Mirá. Olé. (200715_10)
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